El cambio climático es, indiscutiblemente, uno de los principales retos a los que nos enfrentamos como sociedad en la actualidad. Desde los ciudadanos hasta las organizaciones mundiales, pasando por todos los sectores que constituyen nuestro panorama social, político y económico; todos somos conscientes de la necesidad de realizar esfuerzos para mitigar los efectos nocivos que nuestras propias acciones tienen sobre el planeta.
La Unión Europea, por ejemplo, ha asumido el Compromiso Mundial sobre el metano para reducir las emisiones de este gas en un 30% en esta década; mientras España, por su parte, se está preparando para reducir las emisiones globales en un 55% para 2030 y alcanzar la neutralidad climática en 2050.
Además de estos actores, sectores como el de Industria y Defensa están plenamente comprometidos e involucrados en la reducción de su impacto climático y, por ello, realizan esfuerzos constantes por ser cada vez más sostenibles, como la optimización de sus procesos internos o el desarrollo de nuevos productos y servicios que contribuyan a preservar el medio ambiente.
Contrarrestar el cambio climático es una de los puntos fijados en la agenda de la OTAN, pues supone una amenaza en si misma para la seguridad y el bienestar de la sociedad. Las extremas condiciones meteorológicas que estamos experimentando, así como la previsión de un empeoramiento de las mismas si no se pone remedio a corto-medio plazo, pueden tener también un impacto negativo en las infraestructuras y equipos militares, la lucha de poderes por hacer con el control de diferentes zonas geográficas, o algo tan básico y necesario a la vez como nuestros propios estándares de vida.
En ese sentido, resulta vital adquirirá una dimensión estratégica que sea capaz de afrontar estas adversidades. Estos planteamientos del sector de la Industria y la Defensa, para ser efectivos, deben tener en cuenta la eficiencia operativa, el desarrollo de capacidades y las alianzas público-privadas e internacionales.
La Agencia Internacional de la Energía está trabajando junto a la OTAN para conseguir la eficiencia energética, la integración de datos y la gestión logística; todo ello bajo el marco de la economía circular. Se está avanzando en el diseño de sistemas circulares, en el empleo y reciclaje de materiales bajos en carbón y en la reducción de los combustibles fósiles en favor de las energías sostenibles como el hidrógeno y la electricidad. Otro de los objetivos que se persigue es una autonomía cada vez mayor de las fuerzas armadas para producir, suministrar y transportar su propia energía; algo que conlleva múltiples beneficios ambientales, económicos y sociales.
El Energy and Environment Programme, iniciativa de la Agencia Europea de Defensa (EDA) busca, de la misa manera, que los principios de la economía circular sirvan para descarbonizar el sector militar y lograr una eficiencia energética, pues la extracción de recursos críticos es muy contaminante; más teniendo en cuenta que sus tasas de reutilización son escasas.
En ese contexto, la EDA presentó en 2021 el nuevo Foro de Economía Circular en la Defensa Europea (IF CEED), del que forman parte los países de la UE -con la excepción de Dinamarca, y cuyo objetivo es fomentar proyectos colaborativos innovadores con impacto en los modelos de negocio y, a la vez, mitigar el impacto medioambiental del sector de la defensa, mediante la gestión de materiales y procesos, el ecodiseño y la digitalización.
ES evidente que nuestro entorno está cambiando y, por tanto, reclama acciones urgentes que contribuyan a revertir la situación. Y para que ello sea posible es necesario invertir en infraestructuras energéticas innovadoras, emplear nuevas tecnologías y llevar un paso más allá nuestro grado de concienciación con medidas concretas y sobre el terreno. Sin todos estos elementos, que forman parte de un todo, reducir las emisiones de CO2 y proteger el medio ambiente será una misión fallida.